El 7 de enero de 2014, el Sol desató una gran llamarada solar, pero nuestro campo magnético de la Tierra consiguió evitarlo.
La NASA, alertó en 2012, que una tormenta solar se dirigía hacia la Tierra y que podría impactarla en 2014. Sin embargo, el hecho no ocurrió, ya que la tormenta se alejó del campo magnético del planeta.
Una tormenta solar se constituye de varias explosiones en la fotósfera del Sol. Lo que porvocan estas explosiones es una gran liberación de energía y radiación electromagnética que podría afectar algunos aspectos de la vida en nuestro planeta. Luis Seguessa, Presidente de la Fundación Códigos expone que «para un mundo como el que tenemos hoy, que está basado y apoyado íntegramente en la energía eléctrica, una tormenta electromagnética podría causar un derrumbe de todos los sistemas¨.
Según el sitio www.quo.es, «de dirigirse hacia la Tierra, lo hacen en tres fases, aunque no todas tienen que ocurrir en una tormenta solar (…) la última fase produciría una eyección de masa coronal, la que trae un montón de partículas cargadas que pueden alcanzar nuestra atmósfera. El problema es, que si este punto se produce, las partículas solares pueden llegar a interactuar con el campo magnético de nuestro planeta, lo que provocaría grandes fluctuaciones electromagnéticas».
Por razones que no se han podido explicar, la tormenta que llegaría en 2014 no tuvo las repercusiones de la de 1859, la mayor tormenta solar registrada hasta el momento. Los científicos están investigando por qué ésta se alejó de nuestro campo magnético, con el fin de predecir los comportamientos de futuras tormentas solares en un futuro.
Fuente:
news.discovery.com
www.quo.es